‘La crisis de la juventud’. Reflexión tras una charla con mi abuelo

      He tenido la fortuna de compartir recientemente una charla con mi abuelo, y os animo a todos a hacer lo mismo para, así, poder escuchar la lección (que no opinión) que tienen que darnos sobre la sociedad en que vivimos… que algo sabrán.

      Escuchar la voz de unas personas que poseen la sabiduría de toda una vida, que conocen el sabor del sudor y del esfuerzo de una generación con verdadera calidad humana, y que han sido esculpidas por gubias tan dispares como la de la guerra o la formación, es siempre enriquecedor.

      Hoy en día vivimos en una crisis de valores cuyo germen es la crisis con el compromiso, el evitar responsabilidades, lo cual, por cierto, tiene consecuencias tan variopintas como el destierro de nuestros mayores a los asilos, los abortos y divorcios, el abandono escolar, etc. El porqué es muy sencillo: me contaba mi abuelo que él, cuando se le rompe un zapato, lo lleva al zapatero, lo arregla, y le dura tanto años como lo quiera cuidar; a mí, cuando se me rompe un zapato por no cuidarlo, lo tiro y me compro otro. Esta mentalidad, promovida por el consumismo exacerbado y el todo vale, se extrapola a todos los aspectos de nuestra vida con sus correspondientes consecuencias, dando lugar a una juventud egoísta, no porque seamos malos, sino porque esa fiebre del consumo y el cambio de estructuras familiares, que da lugar a la ausencia de figuras imprescindibles como son un padre o una madre (por divorcio, familias alternativas o, sencillamente, porque tienen que trabajar como negros para poder proporcionarnos una vida digna), “hacen que los jóvenes crezcáis en una inmensa soledad”, y esa misma soledad es la que día a día riega el ego, y es, en parte, la causante de fenómenos sociológicos como el acoso escolar (no porque el débil esté solo, sino porque el que acosa lo es aún más y tiene que demostrar lo contrario) o la formación de tribus absurdas, que no son más que un puñado de acomplejados que buscan refugio formando un rebaño; y todo rebaño tiene su hierro, como ir vestido cual pedigüeño, o, por poner el ejemplo contrario, los morgoñones (palabra malagueña que me encanta), que son los catetos con pretensiones y patillas a los que no caben los caballos en la camisa. Debemos abandonar nuestro individualismo calvinista y abrazar el colectivismo de nuestros mayores.

      titulitis_by_ecijaOtro mal endémico, me cuenta mi abuelo, es nuestra aberrante falta de conocimiento. “No sois la generación más formada, sois la generación con más titulitos”. Nuestra juventud está educada para embestir y no para pensar, en la ausencia de juicio crítico. Nos han educado en la ley del mínimo esfuerzo. No nos han inculcado el afán de saber o el amor por el trabajo bien hecho. Ningún joven ha leído el Quijote en este país (motu proprio) o se ha molestado en abrir las páginas de la historia, ya que supone un esfuerzo, desde su punto de vista, infructuoso, que no le ayudará a conseguir la gran meta individualista que le han inculcado en el colegio, la cual no es otra que tener más que el de al lado.

CARLOS

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